Éramos dioses. Nos sentíamos capaces de todo, todo era posible. Nos maravillábamos con lo que éramos capaces de hacer.
Sabíamos todo, y lo que no sabíamos, lo atribuíamos a un dios creado expresamente para explicar lo inexplicable. Todo era perfecto. Bueno, teníamos "pequeños" problemillas que realmente "sólo" afectaban a 4/6 de la población mundial.
Si teníamos problemas de dinero, pues probocábamos un enfrentamiento y ya nos comprarían materiales. No había problema.
Y si nuestro hermano mayor pegaba a los pequeños, desobedeciendo las normas que todos habíamos acordado, no pasaba nada; pero ¡Ay! ¡de que alguno pequeño le levantara la voz al mayor!
¿Que alguien pensaba diferente de lo socialmente establecido? Pues lo machacábamos, ridiculizábamos y censurábamos para que no pusiese en peligro la seguridad mundial.
Teníamos todo lo que queríamos, y creíamos que con dinero podíamos solucionarlo todo. Nos reíamos de aquellos que decían que los recursos se acabarían y que había que ahorrar energía. ¿Energía? ¿Para qué? ¡Si disponíamos de toda la que queríamos! Nuestra madre nos iba dando avisos, pero no hacíamos caso.
Hasta que nos dio la bofetada final. En esos momentos, lamentábamos todo lo anterior, pero ya era demasiado tarde. Estábamos condenados. Ahora, desde donde quiera que estemos, mamá, lo sentimos.
La raza Humana.